Cita Bíblica: Lucas 5:1-11
Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo[1],
antes de conocer al Maestro era un hombre común, ordinario, quizás socialmente fue
rechazado, ya que era pescador y lo más seguro estaba impregnado del olor de su
oficio.
Simón Pedro es descrito por Harvey Herman en su libro sobre
discipulado, como “emocionalmente inestable, dado a arranques de su
temperamento violento.”[2]
El mismo Pedro se describe como un hombre pecador.[3]
Negó a Cristo.[4] Incluso
siendo apóstol fue reprendido por Pablo por su trato con los gentiles (no Judíos).[5]
Pedro antes de la pesca milagrosa (Lucas 5:1-11), ya era
discípulo de Jesús, pero sin mayores compromisos, el todavía no dejaba su oficio
de pescador para seguir por completo al maestro, había sido testigo de
sanidades, de endemoniados liberados, lo
había escuchado muchas veces enseñar, sano a su suegra, pero fue hasta el día
que Jesucristo hizo un milagro que cambiaría por completo el rumbo de su vida.
Un día Pedro había estado toda la noche trabajando sin pescar
absolutamente nada y a la mañana siguiente lavaba las redes junto a sus
hermanos.
Jesús esa mañana enseñaba la palabra de Dios a una gran
multitud que lo apretaba, entonces con la finalidad de estar más cómodo, se
subió a la barca de Pedro y le rogo que la alejara un poco de la orilla y desde
ahí les enseñaba.
Me imagino la desanimada cara de Pedro, cansado, había
trabajado toda la noche y sin tener ningún fruto, ninguna ganancia. Aunque la
Biblia no dice nada sobre el estado anímico de Pedro esa mañana, me pongo en su
lugar y me lleva a pensar que desde los tiempos de Jesús las cosas no han
cambiado en ese plano.
¿Cómo habríamos reaccionado nosotros a esta petición de Jesús?,
después de todo un día o una noche de trabajo viene Jesús y nos pide algo
cuando estamos muy cansados, quizás lo habríamos hecho de mala gana. Muchas
veces llegamos a las reuniones de la iglesia de mala gana, solo por cumplir a
un compromiso o por tradición religiosa.
Pedro de seguro estaba cansado, desanimado, quizás pensaba que
llevaría de comer a su casa esa mañana, como pagaría sus cuentas, pero pese a
ese panorama desalentador él dispuso su barca para ser utilizada por el Maestro,
como muchos también disponen su vida para ser usada por Dios pese al cansancio
de largos días de trabajo agotador.
Cuando Jesús termina de predicar, le dice a Pedro, que
llevara la barca a aguas más profundas y que tirara las redes.
Pablo Hoff (Teólogo) dice en uno de sus libros que Pedro pudo
haberle dicho a Jesús “Mira, tu eres carpintero e ignoras que no es la hora de
pescar”[6],
pero le dijo solamente “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y nada
hemos pescado; pero en tu palabra echaré la red”[7].
Aquí Pedro presenta una actitud de fe y obediencia que lo llevara a ver un
milagro que le cambiaría su vida por completo.
Cuantas veces nosotros hemos dicho “Señor trabajo de lunes a
sábado, no me pidas que me levante temprano para ir a una reunión cristiana o para orar el
único día que puedo dormir hasta tarde” o “trabaje todo el día, vengo cansado,
no me pidan hoy que visite a alguien con necesidad” y luego
hacemos lo que decimos nos quedamos cómodos en casa. También argumentamos “no
tener nada para compartir con alguien necesitado”, pero no solo podemos compartir cosas materiales, si
no también podemos tiempo, una palabra de ánimo, un simple abrazo o una
sonrisa. Si en lugar de todos esos argumentos decidimos hacer las cosas con fe
y obediencia podemos ver un milagro que puede cambiar nuestras vidas.
Pedro como le pidió Jesús, tomo su barca, la dirige a aguas
profundas y echo las redes, y ocurre algo maravilloso, las redes se llenan de
peces y la barca ya se hundía por el peso, por lo que tienen que llamar a otros
barcos para que ayuden a sacar tantos pescados. Todos estaban felices, reían,
de seguro no falto el que sacaba cuentas de las ganancias de esa gran pesca.
Pablo Hoff dice que cuando Pedro vio este maravilloso milagro
comprendió que Jesús ejerce dominio sobre la naturaleza, es la manifestación del
poder divino y la gloria de su Maestro,[8]
tuvo temor y reconoció todo lo pecador que era, pero Jesús con amor le dice que
no tenga miedo y que ahora lo hará pescador de hombres.
Juntos llevan las barcas a la orilla y Pedro dejando todo
sigue a Jesús comenzando una tarea grande, liberadora y gloriosa junto al
Maestro. Pedro después de vivir este milagro dispuso su vida a una consagración
completa y permanente al Señor, es cierto que no estuvo exenta a errores y caídas
pero el Espíritu del Señor lo fortaleció hasta el final de sus días.
Pedro en su segunda carta nos enseña la exigencia del
llamamiento de Dios, él dice: “deben esforzarse en añadir a su fe la buena
conducta; a la buena conducta, el entendimiento; al entendimiento, el dominio
propio; al dominio propio, la paciencia; a la paciencia, la devoción; a la
devoción, el afecto fraternal; y al afecto fraternal, el amor.
Si ustedes (dice Pedro) poseen estas cosas y las desarrollan,
ni su vida será inútil ni habrán conocido en vano a nuestro Señor Jesucristo.”[9]
Como Pedro nos enseña nuestra vida para el Señor parte con
fe, como él lo hizo disponiendo con fe su barca para el Maestro y siendo parte
del milagro que cambio su vida y la de sus hermanos.
El Volcán Calbuco visto desde Llanquihue.
[1] 2
Pedro 1:1
[2]
Herman, Harvey, Jr. Id,
Y Haced Discípulos. (Missouri, Estados Unidos. Departamento de Ministerios,
División de Misiones Domesticas, el Concilio General de las Asambleas de Dios.
1991), 2.3
[3]
Lucas 5:8 (RV60)
[4]
Lucas 14:66-72 (RV60)
[5] Gálatas
2:13
[6] Hoff,
Pablo. Se hizo hombre. (Imprenta Difusión Cristiana; Santiago Chile. 1986). 75
[7]
Lucas 5:5 (RV60)
[8] Hoff,
Pablo. Se hizo hombre. (Imprenta Difusión Cristiana; Santiago Chile. 1986). 75
[9] 2
Pedro 1:5-8 (DHH)
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